Pesadilla en Elm Street seguía los esquemas slasher pero aportando un detalle muy imaginativo: el psicópata había muerto pero seguía actuando a través de los sueños.
Este enfoque fantástico resultaba innovador por mucho que el tema de lo sobrenatural ya había alcanzado a las sagas de Halloween y Viernes 13. El tema del psicópata traumatizado que mataba a lo largo de un film con cierta rutina demencial daba paso a un slasher fantástico (y a veces delirante) con muchas posibilidades que enriquecía los guiones que tenían hasta entonces poco margen de maniobra, dentro del slasher, debido a lo simplista y esquemático de sus argumentos.
El film de Wes Craven superó con facilidad las propuestas de las ya clásicas sagas de Myers y Vooheers, no solo en lo cinematográfico, sino en taquilla, donde las secuelas de Pesadilla en Elm Street cada vez recaudaban mas y convertían a Freddy Krueger en un mito conematográfico por encima de Myers y Jason. Pesadilla en Elm Street venía a demostrar que se podía mezclar las escenas gore con guiones currados y las puestas en escena fascinantes para así enriquecer el ya trilladísimo slasher, que en 1984 estaba en un callejón sin salida.
Pesadilla en Elm Street apostó por un slasher de presupuestos ambiciosos y sin límite a la imaginación. Había ganado la partida a las ya caducadas secuelas de Viernes 13 y Halloween. De hecho, Pesadilla en Elm Street ha envejecido mucho mejor que las pelis de Myers y Jason y sin duda fue otro paso decisivo para establecer el slasher ya como un género clásico y moderno.
El slasher dejaba de ser un engendro de la serie B, para establecerse en el negocio de Hollywood con todas las de la ley.
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